EL AMOR NO ES DIFÍCIL LOS COMPLICADOS SOMOS LOS HUMANOS .

En este mundo existen personas que se aman y están separadas y otras que no se aman y están juntas.
Qué extraño es eso que llamamos ‘amor’. Una decisión, dicen unos; un accidente, aseguran otros. Creo que nunca sabré, a ciencia cierta, qué es. Porque, en mi caso, ha sido de las dos formas.
Un accidente cuando uno entrega el corazón, a ciegas, a quien no debe. Una decisión, cuando uno sabe que para sentirlo hay que construirlo.
A mí me gusta construirlo, de a poquitos, sin afanes, con pequeños detalles. Pues soy feliz hasta con el regalo más pequeño del mundo, siempre y cuando me lo den de corazón.
Y lo decido. Decido amar y es de la cabeza a los pies. Aceptando lo bueno y lo malo de esa persona y, también, amándolo.
Y me gusta luchar, hombro a hombro. Tomando la mano de quien amo, sin mirar atrás. Como guerreros, por igual. Porque nunca he esperado un príncipe azul, de esos que después se desvanecen al pasar la página de un libro infantil.
Tampoco busco el hombre ni la relación perfecta. El cuento de hadas en el que viven felices para siempre, pues, el tiempo me ha enseñado que pensar en un futuro lejano es el primer paso para la infelicidad.
Me gusta el hoy, pero ese hoy que dura una eternidad. Sí, una eternidad de momentos que solo se pueden vivir con esa persona que decidí amar. Pero también de días malos que, ante la fuerza de un amor bien plantado, se marchitan y hacen que la magia vuelva a florecer, aún con más viveza.
Ese es el verdadero amor para mí, pues es utópico pensar que amar es un sendero de rosas. No lo es, en definitiva. Y creo que esa es la premisa que los seres humanos deberíamos meternos en la cabeza, al momento de decidir estar con una persona.
Es que no es fácil sintonizar dos mundos completamente distintos. Dejar de lado el ego y pensar como pareja. Hacer cosas que nunca creímos hacer, tan solo por ver sonreír al otro. Eso es quizás la piedra en el zapato. Esa misma que nosotros nos encargamos de poner en el camino de la felicidad junto a otra persona.
Allí, en ese punto, es cuando decimos que el amor es complicado, pero no lo es. Solo que nosotros, en nuestro afán de ganar, como si se tratara de una competencia, decidimos pensar en nosotros mismos, olvidándonos de dar un poquito más. Todo para hacer feliz al otro.
Y, entonces, aseguramos que cada paso recorrido fue una equivocación. Y botamos todo a la basura. Y decidimos desechar los recuerdos. Y olvidar los motivos que nos unieron. Borrón y cuenta nueva, decimos. Aquí no ha pasado nada.
Así funciona.

Estamos tan inmersos en nosotros mismos, que olvidamos la simpleza del amor. Por eso volvemos a estar solos, por eso nos quejamos que nada nos funciona. Que el problema está en los demás.
Y quedamos exhaustos de amar, pero, en el fondo, con una insaciable sed de seguir buscándolo. Y decimos que no nacimos para amar, que eso es para otros. Y, quizás, en lo más profundo de nuestro ser, estamos más vacíos de lo que estábamos antes. Qué ridículos somos los seres humanos.
Nuestra vida amorosa es un círculo vicioso de decepciones, cada tanto. Todo porque simplemente no sabemos amar y, creemos que cuando no es perfecto, así como lo idealizamos, es momento de renunciar.
Deberíamos aprender a luchar más y a desechar menos. Amar poco, pero bien. Humanizar más nuestras relaciones y estar dispuestos a entender que no podemos dejar de cometer errores y no vivir encaminados hacia una felicidad superficial, que se extingue ante el primer bajón.
cortesia de ElTiempo.