El espía Vargas Garayar FUE FUSILADO

El 15 de enero de 1979, la edición de la revista Caretas fue confiscada y, al día siguiente, la dictadura de Morales Bermúdez clausuró la publicación, en represalia por el amplio y completo informe que traía sobre los tres espías chilenos detenidos y sobre la condena a muerte del suboficial FAP en retiro Julio Alfredo Vargas Garayar.
La revista El Tiempo de Alfonso Baella había adelantado información sobre estos hechos, pero en forma dispersa. Caretas, en cambio, en su primera edición de 1979, porque entonces salía quincenal, daba un gran despliegue informativo y gráfico, que incluía una foto del buque Beagle y de los espías chilenos cuando subían al avión de Lan, expulsados del Perú el 15 de diciembre del año anterior.
Pero lo que más ardió al gobierno militar fue el despliegue sobre Vargas Garayar, peruano pobre y sin conexiones poderosas, que era condenado a ser fusilado por traición a la patria, mientras que se dejaba ir, sin que pasen un día entre rejas, los tres militares chilenos cogidos in fraganti espiando en la base aérea El Pato de Talara.
Los hechos se precipitaron ese 15 de diciembre, con el pedido de apelación presentado por Vargas Garayar para salvar su vida y por la declaratoria de “persona no grata”, con la consiguiente expulsión del país, del entonces embajador de Chile en Lima, Francisco Bulnes.
La tensión que generó este grave impasse diplomático entre Perú y Chile coincidía con la peligrosa escalada de la crisis militar entre Santiago y Buenos, que se avivó con el envío de fuerzas navales y terrestres a la zona en conflicto, en el canal de Beagle. El almirante Massera, integrante de la Junta Militar argentina, incluso arengó a sus tropas en un acto público en Buenos Aires antes de enviarlos al sur.
Pero cuando todo apuntaba al choque militar, el Papa Juan Pablo II hizo el milagro de bajar las tensiones con el envio de su representante, el cardenal Antonio Samoré, que llegó en la Navidad a Buenos Aires con una propuesta que el triunvirato argentino vio satisfactorio: una línea divisoria y equitativa partiría la zona en conflicto, el norte para Argentina, el sur para Chile.
Conseguida la anuencia de Buenos Aires, Samoré voló a Santiago y logró el mismo acuerdo con Pinochet. Pocos días después del Año Nuevo, los cancilleres de Argentina y Chile sostenían un encuentro que, hacia solo unos días era impensado, con apretón de manos y sonrisas de tranquilidad.
Condenado a muerte
En América Latina se suspiró con alivio al alejarse el fantasma de la guerra, pero en la humilde casa de los Vargas Garayar se vivía el drama de no poder hacer nada por el hijo condenado a alta traición a la patria, por haber facilitado a los chilenos todo lo que sabía sobre la base de La Joya, donde estuvo destacado dos años.
Según testimonios recogidos por Caretas, el humilde joven de Surquillo ingresó al segundo intento al Centro de Formación de la FAP (CEFAP), donde por sus aptitudes lo destinaron a la especialidad de electrónica y mantenimiento de aviones. El muchacho, en realidad, no era de intelecto despierto pero tenía ganas de superarse y no sufrir las penurias vividas en su familia de 8 hermanos, con un padre albañil y una madre todoterreno.
Fue destinado primero a la base aérea de Pisco, donde se enamoró y embarazó a una joven. Por problemas con un oficial superior, fue hostilizado y a veces castigado por la mínima falta, hasta que lo enviaron a la base aérea de La Joya, la más importante y poderosa de la FAP, donde hizo buenas amistades.
Ahí permaneció dos años, tiempo suficiente para conocer el interior y la ubicación de los hangares subterráneos, los sistemas de defensa emplazados y otros detalles técnicos de la base, así como la cantidad de aviones que generalmente estaban operativos ante cualquier emergencia.
El joven técnico en electrónica y mantenimiento de aviones, sin embargo, no pudo pasar dos exámenes para ascender al rango superior y, de pronto, se dio con la terrible y dolorosa sorpresa de ser dado de baja por su institución. Sus sueños de militar se habían esfumado y sus esperanzas de alcanzar una estabilidad económica para su mujer y su hija se habían esfumado.

En Lima, el joven Julio Alfredo tocó numerosas puertas y buscó empleo por todos lados. Las respuestas eran negativas y hasta solicitó a la FAP que lo reenganche, ilusa esperanza porque su alma mater ya lo había desaforado. Según el testimonio de sus padres, fue entonces que presentó sus papeles a varias embajadas, entre ellas la de Chile.
Busquen a Garayar
Al ver la documentación de Vargas Garayar en sus manos, el responsable de la inteligencia chilena en Lima, Ricardo Aqueveque no lo podía creer. Un suboficial FAP en retiro solicitando empleo en la embajada de Chile. Luego de sopesar los hechos con el agregado aéreo, el general de brigada Vidente Rodríguez Busto, se acordó darle una oportunidad.
Se envió entonces a un mayor de la FACH, de apellido Carbajal, a que se comunique con Vargas Garayar, pero como éste andaba tan desesperado buscando trabajo, tuvo que ir tres veces a buscarlo en su humilde casa de Surquillo.
Aqueveque supo de inmediato todo el valor en información que podía sacar del suboficial retirado y le dio un modesto empleo de amanuense, pero luego de su trabajo, lo llamaba a su oficina para hablar en confianza, como amigos.
Así supo detalles impensados sobre la base aérea de La Joya y secretos que la FACH deseaba conocer. Según las pesquisas, Vargas Garayar recibió pagos por sus conocimientos y revelaciones, además de promesas de un mejor empleo. Pero lo que no sabía es que la inteligencia FAP ya había visto con asombro como se había convertido en un asalariado de la inteligencia chilena.
Vargas Garayar, militar al fin, supo que era seguido y planeó fugar al Ecuador, pero fue detenido en Talara, el 12 de octubre de 1978. Al ser interrogado, se descubrió las revelaciones que hizo en la embajada chilena y las fotografías que tomó del interior de La Joya, en la que estuvo entre agosto y octubre de ese año.
Como técnico en electrónica, dio además datos de las antenas de transmisión, además de los planos de las pistas de aterrizaje y hangares secretos. Todo este cúmulo de información pesó en el fuero militar para condenarlo, en un juicio sumario, a ser fusilado, pena que apeló el 15 de diciembre.
Suerte echada
Pero la suerte de Vargas Garayar ya estaba echada. Morales Bermúdez y su cúpula militar lo habían condenado, a pesar de que el joven suboficial afirmó repetidas veces que era un doble agente y que solo había dado información irrelevante a los chilenos.
En el último mensaje a su esposa, le escribió: “He arriesgado inútilmente mi vida a favor de mi patria (…) y como premio me dan cinco plomazos y la deshonra de ser tachado de traidor (…) me declaré culpable, pero no informan al pueblo peruano que lo hice por medio de la tortura, que mi juicio fue un fraude y burla”.
Vargas Garayar fue degradado en la base de Las Palmas y fusilado a las 6 de la mañana del 20 de enero de 1979. 
CORTESÍA LARAZON