Hoy en día
resulta cada vez más controvertido decir que se puede amar a alguien para
siempre, que ese es el verdadero amor. En este artículo te damos las claves
para saber cuándo y como el amor es para siempre
- 4
señales de alarma en una relación de pareja
- Mi
pareja se ha agobiado
- La
intimidad en las relaciones: confía y da, porque es lo único que te
quedará
Amar es
tocar el infinito y, al mismo tiempo, descubrir que los brazos jamás lo
alcanzan, por más que se extiendan. Esa es la gran paradoja del amor: se
experimenta como eterno, pero termina. Termina, pero jamás muere. Al amar
descubrimos una nueva lógica, en la que el todo y la nada coquetean
constantemente entre sí.
El verbo “durar”
puede resultar impreciso para hablar sobre el amor. Es una palabra que se
ajusta mejor a los objetos antes que a los sentimientos. Esto, porque amar
es una realidad dinámica, que cambia, se modifica, muta y hace metamorfosis
con el tiempo. Pero si vive todos esos procesos es, precisamente, porque
persiste, porque no se muere, sino que cambia.
“En un beso, sabrás todo lo que he callado”
–Pablo Neruda–
Si
hablamos de amar a los hijos, los padres, los hermanos, los amigos o los
sueños, el grado de estabilidad suele ser mayor. Otra cosa es cuando se habla de
amar a una pareja. En particular, si se hace desde la perspectiva del ideal de
amor romántico, que es estático e inmutable por siempre.
El amor
romántico sí que suele acabar relativamente rápido. Es del que se dice: “el amor
eterno dura tres meses”. Es la fase más intensa, pero también la más pasajera
del amor.
Amar es un instante infinito
Hablemos primero de amar a la pareja porque
suele ser uno de los afectos más problemáticos para casi todo el mundo. Somos
herederos de una idea romántica del amor, que se construyó entre los
siglos XVIII y XIX y que sigue gravitando dentro de la cultura.Esa perspectiva, a su vez, es hija del idealismo que tanto ha influido en Occidente. Es la que nos habla de “medias naranjas” y de amores que viven felices para siempre.
Y es que en verdad hay un momento del enamoramiento en el que cualquiera podría jurar que será un sentimiento eterno. No logramos imaginarnos cómo podría cambiar esa forma de amar a nuestra pareja. En ese estado de cuasi locura, perdemos, sin proponérnoslo, el sentido de las proporciones. Por eso lo prometemos y lo juramos: será para siempre.
Esa clase de amor genera expectativas bastante
elevadas. Aunque las promesas y los juramentos no lo dicen específicamente,
pareciera como si lo que se ofreciera y lo que se esperara fuera mantener un
estado de plenitud y de fuerte presencia del amor romántico entre los dos.
De esas expectativas sobredimensionadas es de donde
provienen las primeras desilusiones, porque amar es un sentimiento que no anula
nuestras miserias, mezquindades y limitaciones. Más temprano que tarde
afloran todas esas realidades que destruyen el ideal romántico que antes nos
habíamos forjado.
En últimas, el enamoramiento
llega a ser un obstáculo para amar. Es cierto que se siente delicioso, pero
también puede elevar tanto el tono de nuestras emociones, que nos impida ver con
claridad las grandezas y las restricciones de lo que sentimos. Si se supera ese
escollo sin traumatismos, comienza el verdadero camino para amar.
El amor es como un árbol: eterno
La
metáfora del árbol es muy afortunada. Es suficiente con ver la forma en la que nace
y crece a partir de una pequeña semilla para darnos cuenta de que el destino de
todo aquello que tiene vida es el de expandirse y alcanzar el cielo.
El árbol
maduro tiene sus flores, tiene sus frutos y da nuevas semillas para que todo lo que es pueda
sembrarse en otra parte y comenzar un nuevo crecimiento, una nueva historia. Así también es el amor.
Una vez que germina, ya nada lo acaba.Seguirá creciendo y dando frutos, para volver a
iniciar el ciclo por siempre. A medida que se va expandiendo logras saber si
ese amor es como un roble, un cerezo o alguna especie diferente.
No esperes que el amor se mantenga inmutable: todo
lo contrario. Cada día va a cambiar en algo. Pero aunque muriera, ya no muere:
será el germen de algo nuevo.
Se puede amar para siempre
Al amar
verdaderamente, lo hacemos para siempre. Aman los padres a
sus hijos y los hijos a los padres, aunque no estén juntos, aunque hayan
muerto. Se ama a los amigos en sus tiempos luminosos y en los ratos oscuros.
Amamos a los hermanos y a la familia, pese a cualquier vicisitud. Se ama
incluso cuando se odia. Lo contrario del amor no es el odio, sino la
indiferencia.
Al amar a
la pareja también se escribe una historia sin final. Con todo y las rupturas, los divorcios o los abandonos, quien ha estado
en nuestro corazón genuinamente, tendrá un lugar allí siempre. Cada uno de
esos amores escribe al menos una línea en una historia que es irreversible: la
que lleva hacia los caminos más profundos de lo que somos y lo que hemos dejado
de ser.
cortesia L.es M.