No podemos vivir sin él... pero no podremos encontrarlo sin esfuerzo: hay que aprenderlo
Todo ser humano anhela en su corazón hallar el amor, vivir el amor y morir habiéndose sentido amado. Por más que se denigre de él o se niegue su existencia siempre soñamos el lugar donde lo podamos encontrar. No se puede vivir sin creer en el amor. Ese constante rastrearlo nos ha encaminado a exigir pruebas de su existencia, a pedir a los demás que nos den una evidencia irrefutable de su realidad, que no es una mera ilusión, ni una efímera emoción intestinal que el tiempo sabe acabar; pero desafortunadamente buscamos en otros lo que deberíamos empezar a buscar en nosotros mismos.
Ése es el primer gran error: buscar el amor en otros y no en el propio interior y la propia convicción. Creemos que son los demás quienes nos han de convencer que no estamos ante una fantasía y que únicamente cuando lo hagan tangible entonces llegaremos a la conclusión de no vivir un maravilloso cuento de hadas. Desconocemos una verdad de a puño: el amor existe en quien cree en él, pues ese ya es un indicio de su presencia. Lo que sucede es que se necesita educación, guía, maduración para que lo que inicia como una mera exaltación de los sentidos y las emociones se convierta en una decisión que nada ni nadie la pueda hacer cambiar en el corazón. Cuando se ama de verdad, y ese amor ha sido producto de la convicción, no existe poder humano alguno que nos haga retroceder en lo que queremos de nosotros mismos. En ese sentido considero no válido a quienes piensan que “si me amas te amo” o “te trato como me tratas”. Independientemente de la miseria que cada quien cultive en su interior, cuando el amor se ha desarrollado es capaz de permanecer por encima de cualquier adversidad pues quien ama no permite que sean los demás los que determinen la calidad de lo que ofrece.
¿Y qué pensar de quienes en ese afán por conocer la fuerza de un amor son capaces de pedir “pruebas” de ello?
1. No existen pruebas de amor pues lo que hoy se puede hacer por alguien, mañana puede no volver a hacerse.
2. Cualquier prueba pedida es una forma de manipulación velada.
3. “Cuando das al ratón el queso, volverá a pedirte la leche”. Siempre se pedirá más y más y más pruebas de amor. Nunca es suficiente.
4. Cuando la prueba pedida es de carácter sexual la mujer debe recordar que la facilidad de su respuesta la convierte al mismo tiempo en una “chica fácil”. La misma prueba de amor se vuelve prueba de su facilidad.
5. En el amor se puede emplear la misma fórmula cristiana que para la prohibición del juramento: hay que decir sí o no; o crees o no en él. En esto, la sinceridad es lo que cuenta.
Amar es la vocación de todo ser humano, para él fuimos creados, es nuestro principio, nuestro medio y nuestro fin, pero en ese inacabable deseo por poseerlo, por experimentarlo cometemos grandes equivocaciones pues se cree que para llegar a él cualquier cosa es válida, incluyendo el pisotear a los demás. No se construye una vida sobre las cenizas de otra. Quien niega a los demás el derecho al amor, se lo niega a sí mismo. No vivimos solos el amor, siempre es una vocación de todos.
Es fundamental entender que el amor es una actitud de construcción del otro y cada uno se convierte en medio para que alcance la finalidad de su propia existencia (el otro no es un medio mío, soy yo un medio para él). Ya no se trata únicamente de “no hacer a los otros lo que no deseamos que nos hagan” sino de “hacer por los demás lo que deseamos que hagan por nosotros”. El amor, para que exista, debe ir más allá del puro sentimiento y emoción y es capaz de colocarse por encima de los estados anímicos que suelen acompañar nuestros días.
El amor, como tal, no busca ni siquiera instaurar la justicia puesto que ésta puede existir sin aquel (pero no aquel sin ésta) ya que el amor es capaz de dar por encima de la justicia misma y va más allá del merecimiento para convertirse en donación total.
El problema de todo esto radica en el hecho de que no hemos comprendido que el amor necesita también adiestramiento, enseñanza y aprendizaje para ser capaces de asimilar que no todo queda en un “bello sentimiento” que cuando desaparece creemos que ya todo se ha acabado. Independientemente que no existan emociones fuertes que muevan el interior el amor persiste como comportamiento, como actitud permanente y como donación irrestricta.
Sólo el amor da orientación a la vida, salva del sin sentido de la existencia, da plenitud al ser y nos eterniza en el tiempo. Quien quiera ser debe amar y quien ama se vuelve “dios” sin ser Dios.
cortesia aletia